Celeste ha venido hace unos meses desde Cuba con sus tres hijos para casarse con Ángel. Ambos acuden a la consulta y Celeste plantea que está muy preocupada y dolida con la familia de su anterior marido, que continúa en Cuba, porque cuando estaba allí uno de sus hermanos trató de besar a su hija de 16 años. Ella rompió con toda su exfamilia política porque no se pusieron de parte de su hija, sino que justificaron al agresor. Como su exmarido sigue teniendo relación con su hermano considera que no está en condiciones de proteger adecuadamente a su hija cuando vaya a visitarle a Cuba.
Tanto Celeste como Ángel se declaran “compradores” (de Shazer, 1988). El terapeuta le propone a Celeste que reflexione sobre todo lo que pasó en Cuba para que tome conciencia de lo que tendría que haber hecho para salir de allí sin daño. “Cuanto más tiempo le dediques mejor”.
Cuando acuden a la segunda sesión Celeste informa que no ha dedicado ningún tiempo especial a reflexionar sobre lo que le propuso el terapeuta y continúa quejándose de la misma manera de la familia de su exmarido y de la vida que hacen en Cuba porque considera que protegen a quien acosó sexualmente a su hija y esto le produce temor sobre el trato que va pueda recibir su hija cuando vaya a Cuba para visitar a su padre.
Alrededor del 10% de las ocasiones los clientes no hacen nada de lo que el terapeuta les había pedido en la sesión anterior. Puede que no sean muchas, pero en todo caso son más de lo que la mayoría de los terapeutas desearían.
Lo primero que hay que revisar es si la tarea propuesta en la sesión anterior adolece de algún defecto:
- ¿La petición es correcta?, ¿acerca a los objetivos terapéuticos?, ¿contribuye a disminuir la queja?, ¿ayuda a solucionar el problema?
- ¿La forma de plantearla es adecuada?, ¿se ajusta a la “postura del paciente”? (Fisch, Weakland y Segal, 1982; de Shazer, 1988).
- ¿Está bien elegido el momento terapéutico?, ¿la tarea propone un cambio demasiado rápido o lento?, ¿la tarea necesita algún prerrequisito no considerado?
Es decir, en primer lugar se revisan las propias decisiones; si al decidir la tarea en la sesión anterior se ha elegido bien de acuerdo a tres criterios: el potencial de cambio de la tarea, el ajuste a la idiosincrasia del cliente/familia y la oportunidad del momento terapéutico.
Si todo es correcto se revisan las circunstancias de los clientes. Si hacer la tarea es beneficioso para ellos, ¿por qué no la hacen?:
- ¿Alguna circunstancia particular e imprevista les impide hacerla?
- ¿Ha cambiado algo que vuelve innecesario hacer la tarea -por ejemplo, se ha resuelto el problema de otra manera-?
- …
Solo después de una revisión benevolente de la actitud del cliente se considera la posibilidad de que sea un “cliente resistente”. Este calificativo peyorativo fue cambiado por Steve de Shazer cuando declaró -unilateralmente, por supuesto- la muerte de la “Resistencia” (de Shazer, 1982), declarando que todos los pacientes cooperan con el tratamiento que propone el terapeuta; unos lo hacen cumpliendo sus indicaciones de forma literal y otros “nula” (Rodríguez-Arias, Real, Castillo y Real, 2001). Nos parece una buena idea porque tener un concepto peyorativo del cliente no ayuda a aumentar la eficacia de los tratamientos y sí la desesperación de los terapeutas.
Además, antes de que la “Resistencia” muriera los terapeutas iniciaban una lucha para vencerla y conseguir la cooperación de estos clientes. Había buenas técnicas para ganar la guerra. La mejor, tal vez, era aliarse con la resistencia (Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974) y conseguir el cambio a través de prescripciones paradójicas (Watzlawick et al., 1974).
Sin embargo, posiblemente la mejor manera de ganar una guerra es no iniciarla. Se dispone de tres recursos para no pelear con el “cliente resistente”:
- No prescribir. En principio esta es la primera opción. Si un cliente ha demostrado con hechos que no hace lo que se le propone, lo mejor es no proponerle nada. El problema es que muchos terapeutas son proclives a pedir tareas y, de la misma manera que es difícil salir de la consulta de un médico sin un fármaco prescrito, es difícil salir de una consulta de Psicología sin una tarea; por lo menos. Los terapeutas entregados y ávidos de prescribir disponen de otras dos opciones.
- Ofrecer diversas alternativas para que sea el cliente el que elija. Se van enumerando posibles acciones del cliente para afrontar su problema y conseguir sus objetivos. Es preferible que la lista sea variada y más bien amplia. Y es recomendable terminarla con un “…o cualquier otra alternativa que se te pueda ocurrir y te parezca bien”.
- Negar lo que se prescribe. El formato es muy sencillo. Se trata de negar lo que se desea prescribir: “No te voy a pedir que hagas … … …, aunque me gustaría”. De esta forma la prescripción queda expresada y negada. No se puede no hacer lo que no se ha pedido.
La propuesta que hacemos es tratar especialmente bien a los “clientes resistentes” y seguir los criterios arriba expuestos. Probablemente, los resultados mejoren y, con toda seguridad, el trato recíproco será mucho más cordial.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- de Shazer, S. (1988). Clues. Investigating solutions in Brief Therapy. New York: Norton & Company. (Claves en psicoterapia breve. Barcelona: Gedisa. 1992)
- de Shazer, S. (1982). Patterns of Brief Family Therapy. An ecosystemic Approach. New York: The Guilford Press. (Pautas de terapia familiar breve. Un enfoque ecosistémico. Barcelona: Paidós. 1987)
- Fisch, R., Weakland, J. H. & Segal, L. (1982). The tactics of change. San Francisco-Washington-London. (La táctica del cambio. Cómo abreviar la terapia. Barcelona: Herder. 1984).
- Rodríguez-Arias, J.L., Real Pérez, M., Castillo Oti, J.M. y Real Pérez, M.A. (2001). Psicoterapia familiar breve. Cómo facilitar el cumplimiento terapéutico a través de la modalidad de cooperación de los pacientes. Atención Primaria. 27(7), 134-140.
- Watzlawick, P., Weakland, J. H. & Fisch, R. (1974). Change, Principles of Problem Formation and Problem Resolution. New York: W.W. Norton & Company. (Cambio. Barcelona: Herder. 1982 (3ª ed.)).