El castigo

Tanto el castigo positivo -dar algo que no gusta: tortazo, sermón, una reprimenda delante del grupo, expulsión del aula o del centro…- como el castigo negativo -quitar algo que gusta, dejar sin móvil, sin ordenador, sin excursiones…- sirve para que los hijos/alumnos aprendan a dejar de hacer algo que los padres/profesores piensan que está mal hecho -por ejemplo, dejar de pelear-.

No sirven para que los niños aprendan a hacer algo que los padres/docentes piensan que está bien hecho -por ejemplo, obedecer-.

La ventaja del castigo es que es muy eficaz, por lo tanto, si hay que castigar más de tres veces por la misma cosa significa que el castigo no está sirviendo o no se está aplicando bien.

El inconveniente del castigo es que crea mala relación entre el que castiga y el castigado y que sus efectos sólo se mantienen mientras el que castiga está presente.

Una alternativa al castigo es el premio por hacer lo que los padres/docentes piensan que está bien hecho. 

La ventaja del premio es que crea buena relación y sube la autoestima. Del premio bien utilizado no se conocen inconvenientes, ni contraindicaciones; aunque los padres/docentes tienen que estar especialmente atentos a lo que está bien hecho y merece premio.

A los adultos suele llamarles más la atención lo que los niños hacen mal, que lo que hacen bien. También es relativamente común que los adultos piensen que el buen comportamiento es una obligación y, por tanto, no merece premio. Racanear los premios es ganas de tener conflicto.

En comparación con el castigo, el premio es más lento, tarda más en conseguir los cambios, aunque cuando se consiguen son más estables.

¿Cómo aplicar el castigo?

Inmediato, justo a continuación de que el niño haga la conducta que los padres/docentes quieren que deje de hacer. 

Intenso, pero no desproporcionado. Se aplica la menor “dosis de castigo” que resulte efectiva para corregir la conducta que se quiere suprimir. 

Doloroso, pero corto. Un castigo tiene que fastidiar, pero su duración tiene que ser la mínima necesaria para tener efecto. Si dura demasiado se sustituye una actividad por otra y el castigo se olvida.

En el contexto donde se produce la conducta que queremos que desaparezca. En el colegio si se ha producido allí; en casa si es donde se da el comportamiento inadecuado. No se debe castigar en casa por una pelea en el recreo, ni en el colegio por no querer lavarse los dientes o desayunar.

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