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Cambio conductual vs. no conductual

Algunos modelos de psicoterapia piensan que sólo se puede saber con certeza lo que es observable, dirigiendo sus objetivos de cambio hacia los comportamientos que puedan ser vistos por otros.

Javi, de 7 años, presenta tics múltiples y cambiantes desde los dos años. En los últimos 6 meses, éstos han aumentado, molestan particularmente en el colegio por distraer a sus compañeros, además de interrumpir las explicaciones del maestro por golpes involuntarios en la mesa y en el suelo. Se diagnosticó un “Trastorno de Gilles de la Tourette” y se prescribió Orap a dosis adecuadas. Los tics han disminuido considerablemente de frecuencia y los más molestos han desaparecido completamente.

En este caso, se piensa que la conducta observada está influida por alguna alteración neuroquímica, y que puede ser modificable con tratamiento psicofarmacológico. Otras orientaciones suponen que las conductas manifiestas son aprendidas y que pueden ser modificadas a través de nuevos aprendizajes. Es decir, se puede aprender a eliminar conductas, así como aprender otras que no estén en el repertorio actual del cliente y que se consideren deseables. El cliente manifiesta ciertos déficits o excesos en su conducta y el terapeuta trabaja para enseñarle nuevas formas de comportamiento más adecuadas.

Otras psicoterapias consideran que la conducta manifiesta -observable- constituye únicamente la punta del iceberg. Se cree que nada ocurre sin un “por qué” -a menudo intrapsíquico- que es necesario descubrir y analizar para que cambie la conducta. Los cambios meramente conductuales se consideran peligrosos porque, si no se deja expresar el conflicto profundo de una forma espontánea, éste elegirá caminos de expresión más dañinos para el cliente. Consecuentemente, dirigen sus objetivos a cambiar -o a analizar, si el cambio no es posible- las causas, con la esperanza de que, después de un análisis suficiente, la conducta sintomática cambie como resultado de este análisis.

Nerea, de 5 años, acude a consulta acompañada de su madre por encopresis. A través del juego y en las diferentes sesiones, se pudo ir “descubriendo” que de nada hubiera servido modificar la conducta encoprética, dado que ésta la utilizaba para expresar la agresividad que sentía, especialmente hacia su madre. El objetivo psicoterapéutico se dirigió a canalizar la expresión de esa agresividad a formas socialmente más aceptadas.

Desde el Constructivismo Radical (Watzlawick, 1976) se piensa que definir como objetivo psicoterapéutico, bien la conducta observable, bien las supuestas causas de ésta, depende más del punto de vista -escuela, modelo, enfoque- del psicoterapeuta, que de las dificultades que hacen al cliente acudir a consulta. Como las diferencias parecen estar más en la cabeza del terapeuta, que en la realidad de los clientes, estos pueden salir de su primera consulta con objetivos observables o con objetivos intrapsíquicos, dependiendo del enfoque o  de las preferencias de aquel.

En principio, parece que la idea de trabajar con objetivos observables presenta algunas ventajas. J. Haley (1980) lo expresa así: “Los problemas deben ser algo computable, observable, medible, o que permita detectar de algún modo la influencia que ejercemos en ellos” (p. 41) Por ello, muchos psicoterapeutas maniobran para definir los objetivos del cliente en términos observables. Pero también disponen de técnicas que permiten abordar problemas inespecíficos y objetivos vagos (de Shazer, 1992) Disponer de objetivos definidos conductualmente no es una condición imprescindible, aunque sí deseable, para conseguir el cambio psicoterapéutico.

Lucía tiene 50 años cuando acude a consulta enviada por los servicios de urgencia. En los últimos tres meses ha tenido dos intentos de suicidio por ingesta medicamentosa al descubrir que su marido, con el que lleva 25 años casada, tiene una aventura con otra mujer. Los objetivos terapéuticos se concretan en no sentirse tan mal, hundida y traicionada, en no tener esa sensación continuamente. Ella lo expone diciendo: “Quiero volver a ser la que era”.

En este caso, el psicoterapeuta desconoce qué significa en términos conductuales “ser como era antes”. Sin embargo, el cambio se produjo en el sentido por ella esperado y nunca se supieron con exactitud cuáles fueron sus deseos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • De Shazer, S. (1992). Claves en psicoterapia breve. Barcelona, España: Gedisa.
  • Haley, J. (1980). Terapia para resolver problemas. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
  • Watzlawick, P. (1976). Wie wirklich istdie Wierklichkeit? München: R. Piper GmbH & Co. KG. (¿Es real la Realidad? Barcelona: Herder. 1979).