Sobre los objetivos en psicoterapia

“Si no sabes dónde vas, ningún camino te llevará allí”
(Lewis Carroll. Alicia en el País de las Maravillas)

Los objetivos de una psicoterapia los deciden los clientes. El papel del terapeuta es escuchar, tomar nota y asumirlos como meta hacia la que orientar el tratamiento.
El terapeuta ayuda a que el cliente dirija sus esfuerzos hacia la consecución de sus propios objetivos. Otra cosa es estéril y carece de fundamento ético y puede que legal (Ley 41/2002. Art. 2.2).
No siempre es tan sencillo.

  1. A veces los clientes se proponen algo que es imposible. “Quiero separarme de mi mujer, pero que no sufra”. Cuando alguien se propone algo imposible es casi seguro que no lo va a conseguir por más esfuerzo y tiempo que le dedique. El terapeuta redefine el objetivo en términos que sea posible de conseguir. “Quieres separarte de tu mujer; su reacción es cosa suya; si quieres buscamos la forma menos dolorosa posible”. Es necesario asegurarse de que el cliente acepta esta redefinición, considera que coincide con su deseo original o lo asume como propio. “Lo que quiero es poder ir a trabajar con ganas”. Cuando un terapeuta acepta un objetivo imposible es casi seguro que la psicoterapia se alarga y termina fracasando. Lo puede reformular… “Podemos ayudarte a que vayas a trabajar, a que consigas cumplir con tus compromisos y obligaciones; pero las ganas… las obligaciones no siempre son deseables, pero son obligatorias”. Si el cliente acepta esta nueva formulación de su objetivo la psicoterapia puede continuar.
  2. Otras veces los clientes se proponen algo que raya la ilegalidad. En psicoterapia puede considerarse ilegal algo que va contra las leyes humanas o las de la naturaleza. “Quiero tener suficiente fuerza de voluntad para comer solo un sándwich a la hora de comer y una manzana por la tarde al salir del gimnasio”. Este objetivo no es propiamente ilegal pero suele ocurrir que cuando una persona adelgaza hasta el punto de poner su vida en peligro desde cualquier punto de vista ajeno, se le retira el derecho a decidir por sí misma y se la somete a un tratamiento obligatorio; tratamiento que puede incluir el ingreso en una Unidad de Agudos de cualquier Servicio de Salud Mental. Otro tipo de objetivos que rayan la ilegalidad es cuando alguien inmerso en un proceso de divorcio y pendiente de una resolución judicial sobre temas de guarda y custodia pide que, en defensa de lo que considera el bienestar de sus hijos, se intervenga a su favor y en contra de los derechos del cónyuge (Codigo Civil. Ley 11/1981. Art. 156, modificado con efectos desde el 3/9/2021). En el primer ejemplo el terapeuta, en vez aceptar el objetivo o retirarle el derecho a decidir sobre su vida, negocia unos objetivos que atiendan el deseo del cliente sin poner en peligro su vida. “De acuerdo en reducir el peso siempre que sea de forma lenta y progresiva y para eso me ofrezco a buscar contigo una forma de alimentación que sea saludable para ti, desde tu punto de vista.” En el segundo ejemplo, el terapeuta trabaja desde la idea de que una separación solo es estable cuando se tienen en cuenta y atienden las demandas y necesidades de todos los implicados. Porque “el interés superior” de los menores pasa por el mayor bienestar de ambos progenitores. “Para trabajar de forma segura a favor del bienestar de tus hijos hace falta que ambos deis el visto bueno a las decisiones que adoptéis, incluso si no estáis de acuerdo. El terapeuta sustituye el maniqueísmo por la inclusión.
  3. El terapeuta también tiene que trabajar cuando el cliente pide algo que no depende de él. Esta circunstancia no es demasiado frecuente porque, desde una perspectiva sistémica, el comportamiento de alguien depende tanto de uno mismo, como del contexto comportamental por el que circula. Y este contexto está plagado de personas: padres, hijos, hermanos y demás familiares, amistades, compañeros de trabajo o escuela, jefes, maestros, autoridades, vecinos… Cuanto mayor es la cercanía y la intensidad de la relación, más dependencia recíproca, es decir, el comportamiento de uno afecta y se ve afectado más por el otro. En las relaciones paterno-filiales el comportamiento del padre o de la madre afecta más a los hijos cuanto más pequeños son y viceversa, cuanto más independiente es un hijo, menos afecta su comportamiento al de sus padres. Y, en general, las relaciones de pareja suelen ser más intensas, que las relaciones laborales; de manera que un disgusto con la esposa afecta más a su esposo, que un disgusto similar con la encargada del taller en el que trabaja.
  4. Y, finalmente, el terapeuta interviene cuando los clientes expresan sus objetivos de forma vaga o imprecisa. Esta es la circunstancia más frecuente en psicoterapia. “Quiero estar bien”, “Quiero volver a ser el de antes”, “Quiero que mi hijo se comporte mejor”, “Quiero que mi esposa me comprenda”. Es necesario averiguar qué es lo que significa “estar bien”, “ser el de antes”, “comportarse mejor”, “sentirse comprendido” porque cada persona entiende una cosa distinta por cada una de estas expresiones y es perfectamente posible que lo que el terapeuta entiende por estar bien no sea lo mismo que lo que entiende el cliente. Es muy fácil ayudar a que los clientes precisen los objetivos; basta preguntar “¿Qué significa para ti…? o ¿Qué sucederá cuando…?”. Sin embargo es muy difícil conseguirlo porque a muchos clientes -y a muchos terapeutas también- les cuesta expresar con precisión lo que quieren, porque la precisión implica compromiso con uno mismo y con los demás. Cambiar el “quiero estar bien”, por “quiero que mi hijo no consuma drogas”: la imprecisión del “estar bien” no supone compromiso para nadie, trabajar para que el hijo no consuma drogas supone revisar lo que se ha hecho hasta ahora para saber si acerca o aleja del objetivo y, en su caso, plantearse alternativas más eficaces.

En definitiva, los objetivos los deciden ellos, los clientes; los terapeutas ayudan a redefinirlos cuando son imposibles de cumplir, ilegales, no dependen de ellos o vagos. El  terapeuta solamente tiene que ser cuidadoso en el proceso de redefinir los objetivos para no alejarse de lo que quiere el cliente.

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