El Institut Borja de Bioètica de la Universitat Ramon Llull organizó el pasado 18 de junio de 2024 un seminario de actualización sobre “Reflexiones en torno a la Eutanasia Psiquiátrica”. No está claro si se refiere a la posibilidad de que enfermos mentales soliciten la eutanasia o a si se puede aceptar la petición de eutanasia de las personas, enfermas o no, por su sufrimiento psíquico. En todo caso, mal asunto es llamar al sufrimiento psíquico “sufrimiento psicológico” y a los trastornos mentales “trastornos psiquiátricos”. Eso es confundir una vivencia personal con el ejercicio de una profesión; una forma de tomar posesión de un campo de trabajo que en sí mismo es un campo compartido. Pero este no es el tema de hoy.
Eutanasia Psiquiátrica le dicen cuando un paciente de salud mental solicita la eutanasia porque le resulta insoportable el sufrimiento que le produce su enfermedad mental, considera que lleva una vida indigna y no espera ninguna mejoría en su condición. En consecuencia, desea poner fin a su vida.
Eutanasia Psiquiátrica le dicen cuando un paciente de salud mental solicita la eutanasia porque le resulta insoportable el sufrimiento que le produce su enfermedad mental, considera que lleva una vida indigna y no espera ninguna mejoría en su condición. En consecuencia, desea poner fin a su vida.
A favor del derecho de estos pacientes a la eutanasia está la idea de que son ciudadanos -locos, pero ciudadanos-, y no se les puede discriminar por su condición de enfermos mentales, ni hacer distingos respecto cualquier otro tipo de patología. Negarles el derecho a la eutanasia supondría una discriminación más y sería añadir un nuevo contenido al estigma que aún siguen soportando (Cetkovichi-Bakmas, M. 2018).
Por otra parte, el dolor psíquico produce o puede producir, tanto sufrimiento o más que el dolor físico.
Sin embargo, hay algunas cuestiones que son dignas de consideración.
1ª) ¿Cómo saber si el deseo de morir de una persona enferma mental es un deseo razonable -digno de ser tenido en cuenta- o deriva de la propia patología mental -susceptible de ser tratada para corregirla-?, ¿cómo distinguir las peticiones de eutanasia de los deseos de suicidio de algunas personas con patología mental?
2ª) ¿Cómo saber si una persona afectada por una enfermedad mental es suficientemente competente para solicitar la eutanasia?
3ª) ¿Cómo saber si ya se han aplicado sin éxito todos los esfuerzos terapéuticos al alcance de la ciencia en un momento dado? Incluso, ¿cómo saber si la ineficacia de los tratamientos aplicados puede atribuirse al curso de la enfermedad o a la iatrogenia de los tratamientos ineficaces?, ¿en qué medida la ineficacia de los tratamientos contribuye a la desesperanza?
Hoy solo tenemos preguntas. Lo cierto es que si en el campo de la salud física la objetividad es cuestionable y la incertidumbre da pie a diferentes opiniones susceptibles de ser debatidas y consensuadas, en el campo de la salud mental la objetividad es sencillamente imposible (von Glasersfeld, E. 1994).
Mientras haya que gestionar tanta incertidumbre, no habrá más remedio que considerar las opiniones de las personas diagnosticadas de enfermedad mental en un plano de igualdad con las opiniones de los profesionales. Porque los pacientes son tan expertos en su vida como los profesionales lo son en su profesión; o más.
¿Será la Salud Mental, por una vez, la primera en reconocer el derecho de los pacientes a decidir sobre su propia muerte?
- Cetkovich-Bakmas, M. G. (2018) El estigma de la Enfermedad Mental y la Psiquiatría. Buenos Aires: Paidós.
- von Glasersfeld, E. (1994) Despedida de la objetividad. en (Watzlawick, P. y Krieg, P. (Comps.)). El ojo del observador. Contribuciones al constructivismo. Barcelona: Gedisa.